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1 may 2011

Belinda Eaton

Nueva York. No importa dónde. Una hora que permite no haber tenido que madrugar.


Me reuno con Mia y su hermana la Sra. Wallace.


Belleza psicótica, clonada, lánguida, erótica. Ninguno de los presentes puede resistir mirarlas: abiertamente, irónicamente, lacónicamente, sutilmente, obscenamente y yo, a todos ellos, de soslayo. A pesar de la variada, incesante, inconsciente, abrumadora oferta masculina buscan a un hombre. Me resulta curioso que mi llamativa melena pelirroja no sea capaz de salvaguardarlas de las pupilas konica-minolta que nos rodean. Ni tan siquiera de las miradas femeninas que esconden frívolos interrogantes, como cual sera la marca de acondicionador que uso o la cantidad de mascarilla reparadora semanal que gasto y si pueden conseguir el mismo efecto en su cabello que nunca es tan brillante ni fabuloso como el que desean a pesar de seguir fielmente las instrucciones del envase. Mi mente de mujer ociosa navega en barcas a la deriva sobre Delipluses norteamericanos, la mejor campaña de marketing de la historia: incluir el comando consumista repetir la aplicación, en cualquier producto... humo de tabaco que ya no se fuma, pero que es imprescindible para crear una buena atmósfera. Por otro lado mi mente depredadora escucha atentamente la descripción de la presa que debe atraer mi boca. Entiendo a la perfección que no puedan hacerse cargo de una misión secreta si son blanco de las mirillas de cerebros hambrientos de novedad que disparan a matar obsolescencias.


Esbozamos un retrato robot en claroscuro, goyesco de noche, pobre diablo de día. Se ha llevado el corazón de Mía (al fin y al cabo era así como él la consideraba, suya). Quien es capaz de recorrer el mundo sin corazón? Un hombre de hojalata... Quien es capaz de arrancar un corazón? el que lo necesita... Es la diferencia entre robar corazones al rescate y adquirirlos para poder llevar algo en el pecho. Estoy a salvo de la codicia emocional, yo ya tengo mi propia tictacmelodía...




Comienza la misión: conquistar un hombre de armadura vacía con la mía llena de pulsiones.

Londres, París, Barcelona, Pakistán, Tokio, Andalucía... bajo sus huellas trozos de hermosos cuerpos coleccionables, flora africana como si Klimt estuviese pintándonos la escena, mujeres cosmopolitas que tienen miedo al mundo, fieras frágiles con afiladas lenguas para recorrer un cuerpo, trozos de mantón de manila, la luz suave del atardecer en verano, olor a higos, serenatas de cigarra, marcas en la piel que tribalizan ciudades armadas de hormigón sin un rastro de selva que las acoja



Por fin centellea un corazón. Ya no es el mismo pero sigue siendo el de siempre: ha olvidado teorías, aprendido lecciones y es hora de que vuelva al cuerpo que lo entregó como rescate en un secuestro consentido dentro de una jaula de pasiones.

Be linda.


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